Austeridad en la gobernación

Austeridad en la gobernación

Según lo establece la ley 152 de 1994, todo plan de desarrollo tiene dos componentes: el componente general (el deseado) y el otro, el plan de inversiones (lo posible).

Foto: Especiales SEMANA

En cuanto al primer componente, ¿quién no desea que tengamos universalidad y calidad en la salud; una educación con cobertura y calidad; un medio ambiente que propicie la descontaminación de quebradas y ríos, protección de las cuencas y arborización?; ¿quién no desearía, en infraestructura, dobles calzadas, vías terciarias y secundarias pavimentadas y rehabilitadas?; y ¿quién no quiere la modernización institucional para que la gobernación sea más competitiva en la prestación de los servicios? Esto es lo que quiere el gobernador y su equipo de gobierno, y, por supuesto sus gobernados, todos los quindianos.

Pero cuando pasamos al segundo componente, el Plan de Inversiones, que lo integran el Marco Fiscal de Mediano Plazo (Proyección real de ingresos y gastos a diez años) y la matriz plurianual de inversión, entonces, es aquí donde se desvanecen los buenos deseos del gobernador y su equipo de gobierno. ¿Por qué? Porque este segundo componente tiene que ver con la plata que se dispone para ejecutar el componente general, lo deseado. Y plata no hay.

En el gobierno pasado de la señora Sandra Hurtado, el Plan de Inversiones fue aprobado por $570.000 millones y no incluyó deuda pública ni regalías, ni cofinanciación, ni los dineros de la venta de las acciones de la Edeq, ni los dineros que le llegaron por el Fondo Territorial de Pensiones. Sin embargo, a la gobernación, ingresaron por estos conceptos, cerca de $320.000 millones.

Como no eran seguros cuando se hizo el plan de desarrollo, no se incluyeron en el Plan de Inversiones. Lo que hizo la señora Hurtado fue adicionar estos $320.000 millones al presupuesto del departamento en la medida que iban llegando. Lastimosamente, estos recursos se dispersaron y hoy no tenemos  grandes obras para mostrarles a los quindianos.

Como lo planteamos en esta columna el lunes pasado, el actual Plan de Desarrollo está desfinanciado, porque no pueden incluirse, como lo hizo el actual gobierno, en el Plan de Inversiones, dineros que son inciertos, apenas son una expectativa, como la contratación de $33.000 millones en créditos (deuda nueva) y $133.000 millones en regalías, que primero deben de ser aprobados por los Ocad.

Anotamos que las rentas de los departamentos son de consumo, inflexibles y no le dan movilidad al gobernante para mejorar los ingresos. Nos extraña es que en la estrategia financiera del Plan de Desarrollo, en el ítem de gastos, se hable de austeridad, hacer ahorros para inversión social.

La austeridad en el gasto no se hace disminuyendo la cantidad de papel higiénico y de café y azúcar, o comprando menos trapeadores y  escobas, pues el gran gasto de hoy es una herencia que dejó la exgobernadora Sandra Hurtado, que pasó de tener 179 a 325 empleados de planta. Prácticamente se duplicó el gasto en cuatro años.

De manera que si se quiere una verdadera austeridad en el gasto, que haya dinero para inversión social, el gobernador debe replantear la altísima nómina de la administración departamental, y eso no aparece en el Plan de Desarrollo como una meta. Hace cuatro años, para elevar esa nómina, la señora Hurtado lo incluyó en el plan de desarrollo como una de sus metas, causándole un gran daño a las menguadas rentas del departamento.

De manera que no la tiene fácil el gobernador Carlos Eduardo Osorio. Se necesita ingenio, creatividad, imaginación y mucha suerte en su gestión ante el alto gobierno, para sacar adelante un plan de desarrollo que en su primer componente, el deseado, es supremamente ambicioso, pero su segundo componente, el posible, el Plan de Inversiones, no tiene los soportes financieros reales  para sacarlo adelante. ¿Por qué? Ya lo dijimos, Colombia atraviesa por una economía en crisis, con un alto déficit fiscal, con un precio del petróleo a la baja, disminución de las exportaciones y una tasa de interés en alza. Así, son inciertas las regalías y sería irresponsable contratar una deuda por encima del 14%, cuando la que se paga hoy, es del 6%.

En conclusión, del dicho al hecho hay mucho trecho. Una cosa es lo que deseamos, otra muy distinta es lo posible.

Fuente: El Editorial del Diario La Crónica del Quindio