Considero que las veedurías ciudadanas serían el mejor instrumento para combatir la corrupción, los ciudadanos organizados podrían ser prenda de garantía para salvaguardar sus propios intereses.
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Uriel Ortiz Soto: Corrupción política en Colombia – Los dineros que está invirtiendo el Estado en los paquidérmicos órganos de control, los debe destinar a fortalecer las veedurías ciudadanos.
Es inconcebible que el país se encuentre atiborrado de órganos de control en todos sus niveles: nacional, departamental y municipal, y la corrupción esté invadiendo en ese mismo orden la administración pública; los dineros que está invirtiendo el Estado en los paquidérmicos órganos de control, los debe destinar a fortalecer las veedurías ciudadanos, puesto que al final de cuentas son los ciudadanos quienes se están perjudicando con el saqueo de los dineros destinados a obras de desarrollo e infraestructura en los departamentos y municipios.
Lo único que debería dejarse serían la: Contraloría Nacional y la Procuraduría General de la Nación,- siempre y cuando se reestructuren y se rescaten de la politiquería y la corrupción-, de resto todos los demás entes de control nacional, departamental y municipal, deben desaparecer del escenario político administrativo, sumados también los órganos de control interno de los ministerios, organismos descentralizados y departamentos administrativos, entre otros, para lo único que sirven es para parir burocracia, nichos de corrupción y generar trabas administrativas.
Definitivamente la corrupción en nuestro país, es de tal magnitud, que don “corrupto”, como lo llamamos desde esta columna, está dando muestras de ser invencible y el Estado incapaz de combatirlo.
Los dineros de la salud, la educación y de muchas otras entidades del Estado, pareciera, son la caja de pandora, donde mete la mano el demonio de la política, con los cuales sus autores financian las campañas, para finalmente subir a las dignidades del Estado a dictar cátedras de moral, pero que al menor descuido se les descosen las braguetas del poder, quedando vergonzosamente expósitos ante la opinión pública, como ha ocurrido en los últimos días.
Es que definitivamente la corrupción es peor que la guerrilla o cualquier grupo delincuencial que opera al margen de la ley, si hacemos un recorrido por los departamentos y municipios, el panorama es más que desolador: los dineros de las regalías en muchos casos son utilizados para cubrir favores políticos o realizar obras que no corresponden a los rubros asignados.
Pero, lo más vergonzoso, es que tanto departamentos como municipios, están asfixiados por órganos de control, que a decir verdad, no se sabe a ciencia cierta qué es lo que hacen, puesto que están sentados en un arsenal de corrupción de todos los órdenes y no se digan actuar de conformidad con las normas de control fiscal como lo ordena la ley.
Con debido respeto por el señor presidente, que constantemente dicta medidas para combatir la corrupción, pero que lamentablemente no pasan de ser paños de aguas tibias, tan pronto se ponen en ejecución se esfuman por las alcantarillas putrefactas de las componendas; es inequívoco que la trampa a la ley va adelante de la norma con todas las artimañas legales para violarla.
Como lo hemos repetido varias veces por esta columna, si queremos combatir la corrupción con éxito, se requiere de una reforma política estructural, caso contrario no pasaremos de ser unos ingenuos soñadores para combatirla; los males de la corrupción están inoculados en los directorios y movimientos políticos, – claro está que con algunas excepciones-, los partidos y movimientos políticos en Colombia, en los actuales momentos se encuentran expósitos y quienes los dirigen padecen serios cuestionamientos de credibilidad.
Hace pocos días se nombró una comisión con el fin de iniciar la reforma política, considero que salvo de ser ilustres ciudadanos, son al mismo tiempo totalmente desconocidos en los manejos políticos, puesto que para llegar a conformar una verdadera reforma política se requiere de todo un diagnóstico social, donde estén plasmadas las inquietudes de los representantes legales de las diferentes organizaciones políticas con personería jurídica.
Qué difícil va a ser para la etapa posconflicto, que los proyectos productivos para resarcir a sus víctimas se desarrollen, sin que en el camino se atraviesen nichos de la corrupción y las componendas, político administrativas.
No existe mayor indignación que ver a un corrupto en las cumbres del poder, dictando cátedras de moral, haciendo alardes de saberlo todo, cuando en realidad lleva en su conciencia el estigma de la maldad para apoderarse de todo cuanto encuentren en su camino, sin importarle que el país está atravesando una de las etapas más críticas y difíciles de toda su historia.
Es indignante ver en las corporaciones legislativas, gobernaciones y alcaldías, a dirigentes políticos que no les importa un ápice la dignidad de la administración pública, cuando se llega a estos cargos es porque ya el candidato de marras tiene el cronograma de que es lo que va a realizar en contubernio con los ejes de mando, de allí que los presupuestos y cargos claves dentro de la administración van con nombre propio.
No se equivoca el fiscal Néstor Humberto Martínez, al decir que: existen verdaderos clanes de castas políticas, que se han conformado simple y llanamente para robarse al Estado, esta odiosa práctica se viene practicando desde hace mucho tiempo, lo más grave ha cogido tanta fuerza, que a las nuevas generaciones se les hace raro cuando se les habla de moral y las buenas costumbres dentro de la administración pública, puesto que las juventudes formadas en las últimas cuatro décadas podríamos definirlas como la era de los mermelados y las componendas políticas.
Mucho se ha dicho que para depurar la administración pública de tanta corrupción se requiere una reforma política estructural, lamentablemente para lograr tal objetivo, se requiere de unos partidos políticos lo suficientemente estructurados, lamentablemente en los actuales momentos no existen, no pasan de ser meras montoneras de ciudadanos, organizados en forma de directorio para usufructuar unos cargos y presupuestos para beneficio de quienes manejan los hilos del poder desde el congreso de la república y los altos intereses del Estado.
Prueba de lo que estamos diciendo, fue la vergonzosa convención conservadora, – sin ningún cronograma ni ideario-, celebrada el 27 de noviembre, donde los congresistas conservadores, arrodillados, mermelados e incondicionales afectos a los gobiernos liberales, no dieron el brazo a torcer, reeligiéndose para un nuevo periodo, y así continuar dando rienda suelta a sus fechorías a nombre de un partido que definitivamente perdió su norte y sus opciones de poder.
Esperamos que el doctor Francisco Noguera, veedor del partido, ponga orden y aplique las normas legales que le corresponde, para ver si para dentro de unas décadas las nuevas generaciones conservadoras gocen de un partido lo suficientemente remozado, honesto y organizado, puesto que con los sátrapas de ahora es caso perdido.
Fuente: Semana.com – Por Uriel Ortiz Soto
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